Historias breves

1.
El cabrito descubrió a una hermosa cabrita de una granja vecina. La cortejó durante una semana, hasta que se rindió a sus encantos. Así, mientras los demás cabritos pastaban, ellos caminaron hasta un claro del bosque donde consumaron su amor.
A los pocos meses la alegría es grande entre los cabritos: nacieron dos cabrititos.
Más grande es la alegría del granjero, que tendrá un hermoso suéter nuevo.

2.
El aire estaba pesado y viciado. Una capa de distintos gases cubría el espacio aéreo de la habitación. Metano, butano, azufre, muchos olores y muchos gases para identificar. Habían comido en abundancia y los efectos eran olfateables.
Alguien enciende un cigarrillo, para ayudar a bajar la comida.
Titular de un diario matutino del día siguiente: Doce victimas nuevas del cigarrillo.

3.
-Vomiten y sigan comiendo -dijo papá castor a sus hijos castores, que no daban más-, nunca se sabe hasta cuándo durará esta situación.
Había llovido durante dos semanas y el bosque era una ciénaga gigante. Los árboles se habían ablandado y ellos se daban el festín de su vida. Tenían muchas más raíces de las que podían comer en un año y suficiente madera para armar un dique de dimensiones astronómicas.
-Vomiten y sigan comiendo -dijo papá castor a sus hijos castores.
Justo antes había engullido un eucalipto entero y tenía aliento fresco.

4.
Un sabio ideó un método para hacer que la vida fuera un trámite sin tormentos. Su idea era infalible e irrefutable, estaba tan bien escrita y explicada que nadie se atrevía a criticarla.
A veces se lo veía en los bares, con un círculo de personas escuchando sus palabras. Otras veces aparecía en los canales de televisión, impartiendo su misa de vida. Todos callaban y asentían cada dos o tres minutos, haciéndole saber que estaba muy acertado.
El sabio predicaba lo siguiente: para vivir sin preocuparse hay que ser un idiota. Un idiota es ése que va a un parque de diversiones y no se divierte; aquél que observa una imagen triste y no llora; el que ve en el cine una película de terror y no sufre de miedo; alguien que va a una fiesta y pasa toda la noche en silencio y con una botella en la mano. Ese idiota es más libre que todos nosotros, decía el sabio, porque logra vivir su vida sin apuros, sin disgustos.
Y todos los idiotas aplaudían sin parar ante tanta sabiduría.

© Alejandro Andrade
Buenos Aires, agosto de 2005.
(Versión final, septiembre de 2007)