Pequeñas situaciones percibidas durante una mañana fría y oscura...
La mañana, bizarra como el resto del día, molesta a la memoria. Busca el intenso calor, pero lo ha perdido, lo ha olvidado. Despliega su manto de lluvia y las gotas caen sobre la ciudad que yace todavía dormida.
El gorrión trata numerosas veces volver al nido, pero es inútil. El viento no lo ayuda y la lluvia arruinó sus alas. Asustado, observa el cielo negro y cree haber llegado al infierno. A su vez, el monte quiere escapar del relámpago, que busca sus laderas en mortal secuencia, pero está atado a la ciudad que defiende y altera.
Esta mañana, los autos, la calle y el cielo están conmocionados. Alguien ha observado la imagen desdichada y corre triste por las anchas avenidas teñidas por el frío cemento, al tiempo en que se ve a la mismísima luz del naciente día, melancólica y solitaria, charlando con la sombra de alguna silla para sentirse acompañada.
De otro mundo se escapa un sueño. Atenta contra lo que fue y busca refugio. Se esconde detrás de un jardín repleto de flores. El hombre triste pasa a través del jardín y apenas se da cuenta de que las rosas marcan sus piernas y el frío rompe sus dientes. Sigue corriendo completamente abstraído.
Arriba, más arriba del todo, la luna y las estrellas se ríen. Ríen a carcajadas al observar las tonterías humanas. De repente comienzan a llorar. Intentan simular que a ellas no les preocupa nada, que son más poderosas y duraderas, y así mueren, presumidas de su vida efímera. Abajo, en la tierra, un coche ha frenado, el semáforo cambia a verde y las ambulancias corren carreras para socorrer al hombre que yace en la esquina. Su sangre mancha el cemento y sus lágrimas marcan a todos los curiosos… pero a él sólo le importa seguir corriendo. La gente forma un círculo a su alrededor y le niega el deseo. Entonces cierra los ojos, resignado y aturdido, y se deja llevar…
En el mundo, tal cual es, donde existen los sueños, el frío, la lluvia y el viento, ésta y todas las mañanas de invierno, comienza un día más.
© Alejandro Andrade
Buenos Aires, julio de 1997
(Versión definitiva 2009)