Sólo el salto se volvió sin retraso a comenzar el relato. El mar se agitó furiosamente; al tiempo, vio que te cerrabas.
Cruzá sigilosamente de la cabina al río y así circunstancialmente hasta llegar al destino deseado. Sólo así compartirás el camino sola, no casi ya desolada de buscar, y el silencio suelto, colgando… Imágenes que cuelgan de tablas que emergen y levantan vuelo (arriba la ventana se abre y canta).
Afuera caer, no al suelo, al piso, y chocar. Mirás desconcertada tus heridas y te levantás al aire sin antes mirarte de nuevo (las manos caminan, las paredes azotan).Escuchame vos… la radio, el cielo oscuro, el agua, la lluvia, las ondas que viajan y emiten imágenes en cortes. Si éstas te llaman, corre, ríe al escuchar las voces, tus nombres, porque ellos no escuchan, no te toman, no eligen colgados desiertos. Y si no caes, no desgarres vistas en eses. Salta y cambia de ruta, observa al sol (los soles comienzan brillando) al saltar. Primero él sorprende y vos anticipás las estrofas del viento, el tiempo, los momentos suicidas, aquellos que caen al mar..
© Alejandro Andrade
Buenos Aires, mayo de 1998
(Versión definitiva)